07/12/21
"Escuchar la paz", es el título sugestivo del informe del PNUD que fue lanzado ayer y que captura las voces de las comunidades de los municipios priorizados para la implementación de los acuerdos de paz. Y digo sugestivo porque muchos hablamos de la paz, pero pocos la escuchamos.
La encuesta del PNUD, que ya cuenta con una toma en 2019 y otra en 2021, es representativa para los 170 municipios PDET y para cada una de las 16 subregiones.
¿Cuáles son estos municipios? Si definimos la periferia de Colombia como los municipios más alejados y desconectados a los centros urbanos, como parte de esa periferia están los 170 municipios priorizados para el posconflicto; de alguna manera los municipios PDET, llamados así porque en ellos se tienen que implementar los Planes de Desarrollo con Enfoque territorial, conforman una buena parte de la trastienda de la trastienda de Colombia, pues además de aislados han experimentado durante décadas la triple trampa de pobreza, conflicto y ausencia de estado.
En un país donde las narrativas del acuerdo de paz han sido fabricadas por políticos del orden nacional y se han entregado al mundo en la forma del relato épico de los promotores del Sí o del No, los aportes de este estudio, construido con las voces de la comunidad, son transcendentales para entender no solo el presente y el porvenir de la implementación el acuerdo sino del desarrollo de Colombia.
Voy a dedicar este espacio para reflexionar específicamente sobre 3 de sus hallazgos.
AUMENTÓ SATISFACCIÓN CON EL ACUERDO DE PAZ
La satisfacción con la implementación del acuerdo de paz aumentó entre 2019 y 2021. Según la encuesta, la satisfacción pasó de 35,9% a 47,8%, la percepción de no satisfacción se redujo de 59,9% a 40,5% y la población que no sabe o no responde pasó de 4,2% a 11,6%. El aumento en la satisfacción es generalizado en todos los grupos poblacionales: hombres, mujeres, grupos étnicos, víctimas y no víctimas.
LA PERCEPCIÓN DE SEGURIDAD EMPEORÓ
El porcentaje de la población que percibió un empeoramiento en la seguridad en los últimos 12 meses pasó de 35% en 2019 a 43% en 2021.
Pero hay más, la respuesta a la pregunta de si creían que el conflicto armado podía volver a su comunidad en el futuro mostró un cambio dramático: el porcentaje de los que respondieron sí pasó de 53,1% en 2019 a 36,3% en 2021, pero esta caída no está relacionada con una mejora en las expectativas (el porcentaje de los optimistas se mantuvo cercano al 25% en ambos años) sino que está relacionada con el aumento de del porcentaje de los que respondieron que en efecto “el conflicto armado persiste”, es decir, el porcentaje de los que piensan que el conflicto armado ya es una realidad se duplicó al pasar de 19,2% a 38,5%.
Este hallazgo se entreteje con el anterior, pues las únicas cuatro regiones que redujeron la satisfacción frente a la implementación del acuerdo registraron un aumento importante en la percepción de inseguridad: Catatumbo, Pacífico Medio y Pacífico y Frontera Nariñense.
PERCEPCIÓN DE LLEGADA DE BIENES BAJÓ Y VARÍA
Una de las preguntas que aporta a esta visión caleidoscópica de la implementación del acuerdo de paz es la de si percibe aumento en la construcción de bienes comunitarios (puentes, escuelas, carreteras, casetas comunales, etc) en los últimos 12 meses.
Aunque el porcentaje de los que perciben aumento en obras se redujo de 35% a 27%, las respuestas de la comunidad varían enormemente entre regiones; son casi mundos aparte: mientras que en Alto Patía-Norte del Cauca el porcentaje de personas que responde que sí es de 10,3%, en regiones como Macarena-Guaviare, Sierra Nevada-Perijá y Chocó los porcentajes ascienden a 50%, 41% y 39% respectivamente.
HAY ESPERANZA EN LOS PDET PARA TRANSFORMAR
El estudio muestra que se mantiene una alta esperanza en el potencial transformador de los PDET, el 59% está de acuerdo en que los PDET transformarán la realidad de su territorio, el 32,4% no sabe o no responde y solo el 8,6% está en desacuerdo con el nexo transformador del PDET.
A pesar de que la percepción de seguridad empeoró y de que las comunidades tienen impresiones muy desiguales sobre la construcción de bienes comunitarios en sus municipios, la satisfacción con el contenido del acuerdo de paz y con su implementación mejoró de forma contundente; hoy el acuerdo tiene más simpatizantes que hace dos años en estos territorios.
Parece que no tuvieron razón los francotiradores del acuerdo ni los que, reclamando airosos su patria potestad, predijeron el desastre. Y es que el acuerdo de paz hoy es una expectativa de cambio de las comunidades que viven en el campo de batalla, una esperanza de progreso, un estado de ánimo de las comunidades que habitan una buena parte de la periferia de la periferia de Colombia. Ahora bien, el acuerdo de paz no implica desarrollo garantizado, para asegurar su nexo transformador debemos escuchar a las comunidades y trabajar con determinación.
La esperanza es esa cosa con plumas, dice un verso de Emily Dickinson, y esa es la imagen que primero se me vino a la mente luego de leer el informe del PNUD. Y es que así es: el acuerdo de paz es esa cosa con plumas.
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