29/07/21
Las políticas públicas triunfan o fracasan en la última milla de su implementación. Una operación de política pública es exitosa si, en primer lugar, es capaz de arrancar; a muchos lectores les podrá parecer obvio, pero les aseguro que no lo es, la inacción no es una roca fácil de mover en el campo de batalla del desarrollo.
En segundo lugar, como cualquier función de producción, una operación de política pública enfrenta curvas de aprendizaje. La operación se nutre de la acción, de la capacidad de ‘aprender haciendo’ que tienen las personas que la ejecutan. En tercer lugar, una operación triunfa si es capaz de transformarse conforme se alimenta de la información de su propio desempeño. La implementación exige autocrítica, reinvención y transformación. Los ombliguistas, los tercos y los inmovilistas no son buenos ejecutores. El lunes pasado el Dane publicó los resultados de la encuesta Pulso Social y puso sobre la mesa algunas cifras de las 23 grandes ciudades que motivan una reflexión sobre la vacunación de la población en situación de pobreza. Las cifras sugieren que la vacunación ha sido más lenta en hogares pobres que en los no pobres (29,6% de jefes de hogares pobres ha recibido vacuna contra el 50,5% de los no pobres). Al preguntar sobre el interés en vacunarse, el Dane observa que el 55% de los jefes de hogar en condición de pobreza aún no se ha vacunado y sí están dispuestos a hacerlo, mientras que el 15,4% no estaría interesado. El Pulso Social además encuentra que el 69,7% de los desinteresados en situación de pobreza “cree que la vacuna puede ser insegura debido a los potenciales efectos adversos” y el 18,6% no cree en su efectividad. Llama la atención que solo una minoría de los pobres responde que están en contra de las vacunas (0,3%). Estas cifras plantean un doble reto para la inmunización de la población más vulnerable: el de acelerar la vacunación de los que sí están interesados y el de persuadir a los inseguros respecto a su efectividad. Aprovecho el espacio que me queda para lanzar dos propuestas: -Implementar una transferencia monetaria de una sola vez, a través de Ingreso Solidario o de los programas tradicionales, que reconozca un auxilio de transporte y de un día de trabajo a la población pobre que se vacune. La transferencia se haría contra verificación a partir de cruces de bases de datos. Esto lo hicimos en el DPS durante inscripciones de Familias en Acción en 2012 y funcionó. -Identificar barrios con alta concentración de población pobre no vacunada a través de técnicas de microfocalización y hacer brigadas pedagógicas, informativas y de vacunación puerta a puerta. Llevar la vacuna al barrio. Si bien la operación de vacunas contra la covid-19 rompió la inacción y la curva de aprendizaje se ha superado con éxito, antes de cantar victoria conviene reflexionar sobre la reinvención de sus estrategias en función del objetivo de que nadie se quede atrás.
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